Por Milena Páramo Bernal

¿Te has preguntado si sos adicto / a al punitivismo? Esta metáfora de adicción al punitivismo usada por Uprimny et.al (2012) se refiere al comportamiento espejo de la legislación penal, en su ejemplo relativo a las leyes sobre drogas, con la de las personas adictas a dichas sustancias. Sugiere Uprimny que, así como las personas en fase de consumo problemático consumen más para producirse los mismos efectos, las sociedades experimentan la necesidad de incrementar las penas buscando desincentivar o erradicar el delito, pero al no conseguirlo, incrementan progresivamente las dosis de punibilidad (tipificar nuevos delitos y soportar las penas) hasta alcanzar cierto umbral en el que, como sucede en pacientes adictos, el consumo apenas evita el síndrome de abstinencia.

El punto de partida de esta reflexión es que ciertamente en nuestro país se cometen delitos, que dichas conductas deben ser castigadas y que las víctimas y la sociedad merecen altos estándares de justicia. Las dos últimas nociones tienen como condición necesaria la existencia de proporcionalidad entre delitos y penas, y el respeto de las garantías procesales. Dicho lo cual, lo que se pone en discusión no es el uso de la ley penal, sino su invocación como primera ratio cuando debiera ser de última, y ​​la caída de cada vez más sectores de la sociedad en esta suerte de adicción al punitivismo.

En los noventa, el problema de la seguridad ciudadana alcanzó un protagonismo inusitado en la agenda política Latinoamericana y desde entonces, la política ofrece respuestas estatales cada vez más represivas: incorporar nuevos tipos penales, incrementar las penas y otorgar aval al uso indiscriminado de las penas privativas de la libertad. El resultado de este proceso ha sido la inflación de la población carcelaria. Una mirada rápida a este fenómeno en Argentina: el sistema penitenciario federal y provincial pasó de tener 45 mil presxs entre condenadxs y procesadxs en 2002 a poco más que duplicarla en 2018 con 95 mil presxs.

La solución al hacinamiento es construir más cárceles, pensaría un punitivista, pero aquí una vez más hay que decir que “es más complejo”. La sociedad estadounidense que ha alcanzado niveles muy adictivos en todos los items: criminal dura, penas altas y extremas (incluida la prisión perpetua y pena de muerte) y un portentoso y privatizado boreau de prisiones, sigue mostrando índices de violencia e inseguridad muy altos y preocupantes. Sin olvidar que la población afroaméricana y latinoamericana está sobre-representada dentro del sistema, que la mayoría son jóvenes y pobres, y que dentro de las cárceles se reportan gravísimas violaciones de los derechos humanos. Los EE.UU.es el mayor botón de muestra respecto a que las sanciones mayores no necesariamente se traducen en una reducción en los niveles de violencia e inseguridad ciudadana.

No hay que olvidarse que, mal que pese a algunxs, vivimos en un Estado de Derecho y es probable que la adicción al punitivismo impida reconocer que los derechos también corresponden a la población carcelaria, sus obligaciones también, claro, por eso están en la cárcel cumpliendo penas. Vale agregar que entre las personas en prisión hay un porcentaje no menor que aún no tiene condena, en 2018 esta cifra de procesadxs fue 43.600, casi la mitad del total población reclusa. En este punto vale recordar dos cosas que son ampliamente sabidas: una, que perejiles e inocentes, en los dos casos pertenecientes a clases empobrecidas, hacen parte de este universo y dos, que delincuentes de cuello blanco, capos de mafias, y demás autores materiales e intelectuales de delitos complejos por lo general no llegan a las cárceles.

Así las cosas, el debate que abrió la decisión judicial de otorgar prisiones domiciliarias en medio de la pandemia de Covid19 tiene mucho de hipocresía. De algún modo expone el nivel de adicción de nuestra sociedad al punitivismo.

Piénsese que la cárcel como todo sistema de flujo reporta continuamente ingresos y egresos. Todos los días ingresan presuntxs y condenadxs por toda suerte de delitos, incluidas violaciones, y egresan en el mismo ritmo personas que han cometido toda gama de delitos por cumplimiento de pena y otros beneficios contemplados en la ley. Ya se ha aclarado que la decisión judicial tomada en el marco de la pandemia otorgó prisión domiciliaria a cerca de 400 personas y se sumaron las que sin pandemia igual tendrían que salir, a menos que se piense que entraron no deben salir ni aun cumpliendo la pena , sino que deben “pudrirse en la cárcel”. Síntoma indiscutible de adicción al punitivismo.

Hubo errores en otorgar prisiones domiciliarias a personas con delitos no estipulados en el acuerdo general, de eso no hay duda. No fueron la mayoría, pero los hubo. Esos casos se deben observar y se tiene que revertir el beneficio de detención domiciliaria a aquellos que no estaban alcanzados por las recomendaciones. Pero no tomar ninguna medida en medio de una pandemia en las instituciones carcelarias porque quienes están allí son delincuentes, es otro síntoma de la adicción.

A una ciudadanía que lleva más de cuarenta días encerrada, que consume más redes sociales y noticias que en tiempos de “normalidad” y que tiene motivos sobrados para estar ansiosa y angustiada, se le mintió sobre este tema. Se creó un clima de enojo frente a esa amenaza, que no había tal, de la “liberación masiva de presos”. Mientras muchos países del mundo avanzan en tomar medidas excepcionales y temporales similares para desagotar las cárceles, en Argentina un sector adicto promovió respuestas en forma de cacerolazos, trending topic y voces públicas, en su mayoría de la oposición política, para rechazar la medida.

En redes sociales se pueden seguir algunos intercambios furiosos en el que cada opinión es una prueba palmaria del nivel de adicción del que hablamos. Nota: los siguientes comentarios de Adictos al Punitivismo no son textuales. Los textuales son peores.

AaP1: el gobierno prefirió la excarcelación masiva en vez de adoptar otra medida como llevarlos a otro lugar, así como pudo adecuar espacios para hospitales transitorios, pudo hacer lo mismo con lxs presxs.

AaP2: no, no se debe liberar a nadie, ni disponer que vayan a otros lugares. Les vamos a montar un hotel con nuestros impuestos a delincuentes mientras yo el paso para la mierd …

AaP1: Pero si se enferman hay que llevarlos al hospital, van a ocupar las camas, se va a saturar todo. El mal menor es llevarlos a otra parte.

AaP3: pues no hay que llevarlos al hospital, ¿por qué? Que los atiendan como puedan y si mueren pues lo siento. En realidad, no lo siento. Muchos violaron, asesinaron. Es lo que hay. 

Las adicciones son un problema de salud pública. Algún día tendremos que ocuparnos.


Bibliografía

Uprimny, R, et.al. La adicción punitiva: la desproporción de leyes de drogas en América Latina. Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad, Dejusticia, Bogotá. 2012.

Categories: Articulos